Entrevista a Ricardo Forster: “El kirchnerismo se colocó a la izquierda de la sociedad”

Por Facundo Fernández Barrio - Ricardo Forster es filósofo, ensayista, docente y miembro fundador de Carta Abierta, un espacio de apoyo crítico al Gobierno del que participan varios intelectuales. A dos días de las elecciones, en esta entrevista con TEA reflexiona sobre el fenómeno político del kirchnerismo: su origen, su posible devenir, su difícil relación con las clases medias y su vínculo con el PJ y los sectores populares.

Está por cumplirse un año del voto no positivo de Julio Cobos. Hace poco Patricia Vaca Narvaja dijo que “el Gobierno no supo crear la correlación de fuerza social necesaria para impulsar la 125”. ¿Fue eso lo que falló?

Quizás el Gobierno no supo comprender la nueva lógica de los tiempos, la continuidad de construcciones socio-culturales que resisten a pesar de los cambios económicos. En estos años mejoró enormemente el estándar de vida de las clases medias, tan golpeadas por el menemismo y la Alianza, y sin embargo el Gobierno no logró consolidar su apoyo. Entonces, ¿qué pasó?. En parte, se trata de analizar no desde la lógica macroecónomica, y ahí el Gobierno cometió un error. Creyó que los índices de crecimiento a la China garantizaban de por sí la continuidad del apoyo de amplios sectores. No terminó de ver la complejidad de las transformaciones ligadas a las nuevas formas de subjetividad. Las clases medias miran el mundo desde un lugar muy diferente al que podían mirarlo en otro contexto de la Historia, están mucho más trabajadas por una nueva construcción de sentido común que tiene su despliegue en las corporaciones mediáticas y en el nuevo lenguaje de la sociedad de mercado. A partir de allí se transforma la subjetividad de los individuos, pueden mirar el mundo con una perspectiva no necesariamente correlativa a sus circunstancias materiales. Eso hace que un taxista se sienta identificado con un patrón dueño de mil hectáreas.

¿Esa fractura entre las clases medias urbanas y el Gobierno ya es irreversible?

Si algo hay que tratar de cambiar es aquella idea matriz de los noventa de la inexorabilidad de lo que está aconteciendo. “Lo que acontece es inexorable y captura todo el devenir, ya no hay otra cosa”. La idea de la globalización, la economía de mercado, la democracia liberal… aquellas ideas de Fukuyama de la muerte de las ideologías, del fin de la Historia, del final del conflicto y de la hegemonía de un modelo mundial intocable. Una apología del presente: el presente contamina todo. Hacia atrás, contamina al pasado porque el presente sólo guarda lo mejor del pasado, y hacia adelante porque no hay otra alternativa que la reproducción o el mejoramiento de las condiciones del presente. Si en los noventa uno hubiera querido imaginar esta década, sobre todo para América Latina, no hubiera podido. Hubiera sido prisionero de esa matriz de lo inexorable, que viene sobre todo del discurso de los economistas.

La idea de una supuesta neutralidad.

Exacto. En ese contexto, ocurre algo inesperado en América Latina: un obrero metalúrgico en la presidencia de la primera economía de la región, un dirigente cocalolero en la de Bolivia, un coronel nacionalista que encabeza un giro populista en Venezuela; y un discurso inesperado el 25 de mayo de 2003 para una sociedad que de ninguna manera esperaba un personaje como Kirchner. Un amplio espectro de la sociedad todavía seguía bajo la irradiación de la lógica de los noventa, en la que un Reutemann podría haber expresado mucho mejor ese sentimiento: no era propiamente un político, tiene campo, es un gringo, es elegante, etc., y eso representa un sentido común conservador de derecha y clasista que sin dudas muchos preferían. Kirchner llega y hace algo que sorprende a la sociedad: la renovación de la Corte Suprema, la derogación de las leyes de impunidad, el rechazo al ALCA y otras políticas que a veces olvidamos del primer kirchnerismo. Entonces, a la pregunta diría: las clases medias son muy volubles, volátiles, cambiantes. Yo no sería un pesimista crónico. Ahí hay un problema muy grave, muy difícil de resolver. Pero un proyecto de transformación en la Argentina necesita sí o sí de esa base de sustento amplia, que es lo que el Gobierno no ha podido construir. Aunque no perdamos de vista que si le va razonablemente bien en las elecciones, es porque habrá sacado el 90% de los votos en los sectores populares, en el primer y segundo cordones del conurbano.

El gran dilema es: ¿cómo captar ese voto sin tener que acudir al PJ?

Hoy es imposible. Para discutir esto primero hay que entender que la sociedad argentina no esperaba en 2003 a un personaje como Kirchner. Ese primer Kirchner intentó construir bases de sustento mediante el proyecto de la transversalidad, con fuerte presencia de los movimientos sociales, que se fueron debilitando por muchos motivos. Nacieron en un momento de urgencia extrema de la sociedad argentina. Eso comienza a revertirse en el 2003, y como correlato los movimientos sociales se empequeñecen y pierden su dinámica. Al mismo tiempo, un proceso de recuperación y hasta de emancipación no es algo que se haga de la noche a la mañana. Acá hubo una derrota cultural muy profunda. En ese contexto, a Kirchner se le plantea una encrucijada de cómo continuar el proceso. Cortando la relacion con el PJ y apoyándose sobre esos sectores que se han vuelto fantasmagóricos, o entendiendo que en la etapa actual todavía el PJ es un instrumento imprescindible. Al mismo tiempo, el costo a pagar es muy riesgoso. El FPV creó alianzas que luego mostraron sus carencias, y algo de eso queda en el acuerdo actual con gobernadores e intendentes. Othacehé o Ishii no son personajes asimilables a un proyecto transformador. Aunque hay que tener cuidado con no reducir al conjunto de los intendentes del PJ a “son todos corruptos”. Ahí hay mucho prejuicio: no es lo mismo un Ishii que un Barba Gutiérrez. Por otro lado, la destrucción de las identidades políticas significa que los sectores populares más empobrecidos ven territorialmente la política. No votan por un choripán, eso es reduccionismo brutal. Votan porque sienten que algo han recibido en lo cotidiano: cloacas, asfalto, viviendas.

De todas formas, mi pregunta no partía de un prejuicio: apuntaba a si se podrá prescindir de la estructura pejotista en el mediano o largo plazo.

Ese es el gran desafío de este momento. Lo que yo puedo ver es que Kirchner no tiene muchas alternativas. Hagamos de cuenta que el 28 le va razonablemente bien. Allí se abren dos posibilidades, que dependerán de la voluntad real del kirchnerismo de profundizar el camino tomado. Y para profundizar necesita construir otro dispositivo de alianzas, necesita reinventar cosas que no han sido propias del kirchnerismo, porque el kirchnerismo tiene un origen problemático. Una manera de concebir la política que viene de la experiencia santacruceña: un modo solitario, encriptado, de pocos, de resolver como si fueran grandes jugadores de ajedrez o especuladores jugadores de póker. La jugada de Kirchner de las candidaturas testimoniales es de una astucia gigantesca. Garantizó la posibilidad cierta de ganar la Provincia, evitando una elección que podría haber sido dramática. Pero sirve ahora, para el 28 y para lo que suceda inmediatamente después. A mediano plazo, y pensando en que uno defiende la posibilidad de darle más intensidad a un proyecto popular democrático, eso no alcanza en absoluto. En resumen, creo que el Gobierno tiene dos opciones. La primera es una salida regresiva en el interior del propio justicialismo: un prepararse para salir hacia el 2011 por el lado del PJ. Allí juega Scioli, una figura que no agrada a cualquiera que pretenda un proyecto de transformación popular y democrático. La otra alternativa es recreando al propio Kirchner como alternativa y relanzando durante estos dos años de gobierno de Cristina propuestas transformadoras, en un escenario no sencillo desde el punto de vista económico.

Volviendo a su idea de Kirchner como una aparición inesperada para la sociedad, ¿hasta qué punto fue él artífice de esa novedad y hasta qué punto fue hijo de un tiempo?

Esta época se constituyó sobre una anomalía. De acuerdo a lo que los noventa proyectaban en términos mundiales, lo que cristalizaba como cierre de la Historia era la economía de mercado, la despolitización de las sociedades, un avance prodigioso del lenguaje empresarial sobre la política. Frente a eso, América Latina nos sorprendió, nos descolocó. En algunos casos, ese acontecer latinoamericano está vinculado a tradiciones subterráneas, persistentes de resistencia, memoria popular. Es el caso de Bolivia, por ejemplo. En el caso de Argentina, se venía dela desolación del 2001, y la emergencia del kirchnerismo corre por un carril diferente a lo que sucedió en Bolivia, Brasil o Venezuela. La diferencia es que va a a contramano de la sociedad. Y eso condiciona al propio kirchnerismo: no haber nacido de un largo camino de consolidación popular y social. Yo recuerdo que hace muchos años, un gran intelectual como fue Pancho Aricó decía que el alfonsinismo estaba a la izquierda de la sociedad. Hace poco se murió Alfonsín y la gente lloró compunjida la muerte del gran demócrata, pero Alfonsín tenía algunas posiciones que la sociedad argentina no estuvo en condiciones de asimilar. Y en el caso del kirchnerismo esto es todavía más extremo, porque no parece dispuesto a resignar esas posiciones sobre todo en el terreno económico. El Gobierno se ha colocado a la izquierda de la sociedad, y eso plantea un problema: debe crear las condiciones que vuelvan, en el buen sentido, rentables sus acciones. Venimos de una Argentina que hasta los setenta tenía una dinámica de movilidad social, y que a partir de allí rompió los lazos sociales. Eso no es menor.

Si hasta los setenta había una dinámica de movilidad social, ¿qué hubo luego?

Es muy interesante lo que ocurrió con la Federación Agraria, porque allí tenemos como encerrada en una nuez gran parte de las transformaciones que sufrieron los sectores medios. La FA represento históricamente a pequeños y medianos productores, en un momento productivo-tecnólogico que hacía en gran medida que su adversario fuera la Sociedad Rural, que expresaba la concentración del núcleo oligárquico terrateniente. Esa FA fue, sobre todo en los noventa, perdiendo decenas de miles de productores, al tiempo que se transformaba la estructura productiva del campo y avanzaba una revolución tecnológica de la mano de la soja. La soja transformó al pequeño productor en alguien a quien le convenía alquilar su campo a un pool de siembra. Los arrendamientos crecieron al ritmo del aumento exponencial del precio internacional de la soja, y el pequeño productor se fue a vivir al pueblo a leer Ámbito Financiero e incluso a participar de la cosecha como accionista. Transformó su visión del mundo, se sintió más cerca y socio de aquellos que habían sido sus enemigos políticos y económicos. Incluso culturales, porque el terrateniente nunca trabajó la tierra. Eso transforma una manera de ver la escena política, y produce nuevas identidades.

¿No les preocupa a los miembros de Carta Abierta que el kirchnerismo siga el camino de la “regresión al interior del justicialismo”, como usted planteaba?

Sí, por supuesto. Nuestro deseo es que al Gobierno le vaya bien en estas elecciones, y que asuma la responsabilidad de profundizar los cambios. Nuestra consigna es clara: profundicemos los cambios contra la restauración conservadora. Si el kirchnerismo no expresa eso, si no profundiza los cambios, si entra en un mecanismo de aceptación de las políticas deseadas por las derecha corporativa, será hora de decir “a otra cosa”. Eso está claro: nadie va a acompañar un proceso que no tenga como núcleo una transformación real de las condiciones en la Argentina. Hasta ahora, creemos que es así. Hoy, quien puede sustiuir a este Gobierno es la derecha. Lo demás es testimonial, está muy bien, pero el voto a Pino puede ir desde mi vecina que es una reaccionaria redomada hasta el tachero que dice “todo es una porquería”. Es un voto que puede haber pasado por Alsogaray, Menem, Ibarra, Zamora. Y este es un momento muy crucial de la Historia argentina.





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