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Por María Wanda Marzullo - La fila en la mesa masculina 6139 supera la veintena de personas. Las de alrededor, reúne una cifra menor. En todas alternan los hombres de canas y los jóvenes de aritos. Lo mismo se observa en las mesas femeninas. Argentinos y argentinas; ciudadanos y ciudadanas.

La democracia tiene mil caras y resulta imposible no tratar de adivinar “pinta de votante de quién” tiene el que está adelante, el que está atrás, el de la fila de al lado. Cada cual hace su propio “boca de urna” inconciente mientras ve a los otros entrar y salir del cuarto oscuro.

En eso, una cara conocida que no encaja entre las mil de la democracia atraviesa el pasillo del Normal 10 de Belgrano. Es la de Cecilia Pando, la voz que reinvidica públicamente el golpe de estado del ’76, la vocera de la ultraderecha, la defensora de un tiempo de facto al que el resto del país ya le dijo “Nunca Más”. Ella también vota. Sin barbijo. Ni tapujos.