La urna abandonada

Por Lucía Russo Staffa - “Debe bajar toda la mesa porque hay una señora en silla de ruedas”, exclamó un hombre desde mitad de la escalera del colegio Saint Trinian's de San Isidro. La urna y las cuatro autoridades de mesa descendieron de inmediato. Mientras tanto, las mujeres que hacían la fila para votar, esperaban pacientemente. Quince minutos después, la urna con las cuatro autoridades de mesa reaparecieron por las escaleras. Una vez arriba, una de ellas comentó en voz alta: “Al final, no votaba en esta mesa la señora...”.
Algunas de las autoridades ya se habían acomodado en sus asientos para continuar con la siguiente votante, cuando una de ellas ordenó que era momento de desinfectar el aula. Volvieron a pararse y entraron las cuatro en la sala, donde empezaron a rociar todo el aire con desinfectante.
Cuando el olor empezaba a ser sofocante en el pasillo donde seguían esperando las mismas mujeres, pero con menos paciencia y más malhumor, apareció un hombre y miró a todos lados con ceño fruncido. Se asomó a la puerta del aula donde las cuatro autoridades seguían desinfectando y preguntó quién era la presidente de esa mesa. Una de ellas se identificó como tal y quiso saber por qué precisaba saberlo. La respuesta sorprendió a todas las presentes, ya que fue con algo de enojo y elevando un poco la voz. “¡Porque dejaron la urna sola! ¡Es una irresponsabilidad! Esto no puede ser, ¡la podrían haber robado o hecho cualquier cosa!”, exclamó con voz gruesa mientras la joven presidente de mesa le daba la razón y pedía disculpas.





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