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Por Juan Ignacio Agosto - El próximo 14 de julio Miguel Claparols cumplirá sus “primeros 100 años”, según sus palabras, pero eso no impide que este domingo 28 se tome el colectivo y entre al cuarto oscuro para llevar a cabo su votación número 27.

Sentado en el living de su casa, con las piernas cruzadas como cualquier adolescente, Miguel asegura no recordar cuando fue la última vez que se le había dado tanta importancia a una elección legislativa, y dispara: “La campaña es de locos; uno gasta plata por acá, el otro por allá; en la tele está siempre el colorado ese que ya me tiene podrido”.

A pesar de que hace más de treinta años que podría haber dejado de votar, Miguel asegura que lo seguirá haciendo mientras el cuerpo se lo permita, y se expresa casi con docencia al respecto: “Un deber cívico es algo a lo que no se puede renunciar. Entiendo a los chicos que no quieren votar, pero estoy seguro de que es porque nunca se lo prohibieron. Yo viví todas las dictaduras de este país; para mí, elegir al que me gobierna es un placer y una bendición”.

Cuenta que en las últimas elecciones presidenciales, las autoridades de mesa se sorprendieron al ver su documento y hasta le preguntaron si estaba bien la fecha.

“A veces me ofrecen alguien para que me acompañe, pero no me hace falta, gracias a Dios todavía puedo agarrar un papel y meterlo en un sobre”, ironiza Miguel.

A pesar de los años, se lo escucha eufórico, esperanzado y disfrutando el hecho de tener una nueva posibilidad participar en el destino de su país.

Confiesa que nunca creyó en la política pero que tiene fe en la gente, que en definitiva son las personas las que cambian las sociedades, y que a pesar de tener el carnet número uno del Club Atlético Boca Juniors –que exhibe con orgullo- no tiene pensado votar al ex presidente de la entidad, Mauricio Macri, si se presenta como cndidado en las p´róximas presidenciales.

“No me gusta. Manejar una ciudad o un país no es lo mismo que un club; en un club no hay personas sin trabajo, sin casa, sin comida”, sintetiza.

El domingo Miguel entrará al cuarto oscuro solo, como le gusta, y pondrá en la urna una nueva esperanza, sabiendo que no es la primera vez pero convencido de que no será la última.